miércoles, 31 de agosto de 2011

¡Más vale tarde que nunca!

Sí, puede que aún no lo crea. Pero ya se acabó el instituto. De hecho ya hace más de tres meses que dejamos el odiado 2º de Bachiller y la temida selectividad. Y a estas alturas, va siendo hora de que escriba de una vez la entrada que tanto tiempo llevo prometiéndote ¿eh, Magdalena?
Mi historia contigo, Magdalena, empezó el 11 de abril de 2007, día en que comencé mis andanzas por el Montojo. Yo era una adolescente de 16 años rebelde y contestona, procedente de otro instituto y con una fama que no me consideraba la mejor estudiante del mundo precisamente. De hecho, pronto empecé a demostrar que esa fama me hacía justicia y a ser odiada merecidamente por más de un profesor.
Pero tú Magdalena, con esos ojos penetrantes, creo que pronto te diste cuenta de por dónde iba, me supiste llevar a tu terreno como quisiste, y lo más importante, creo que siempre tuviste fe en mí. Fueron muchas las ocasiones en las que te maldije cuando me reñías, para qué negarlo, pero ahora sé que siempre lo hacías por mi bien.
Cada vez que lo pienso me doy cuenta de que lo mejor que pudieron hacer mis padres por mí fue cambiarme de instituto y llevarme al Montojo casi por la fuerza, pues gracias a ello hoy en día me considero una persona nueva. Este instituto significa mucho para mí, en él pasé malos momentos, pero los buenos superan a estos con creces. Es verdad que repetí dos veces y que en mis primeros años no fui para nada ejemplar, pero también gracias al Montojo conocí a gente increíble, compañeros que se han convertido en grandes amigos y profesionales de la docencia a los que les he cojido un gran cariño.
Ahora, tras finalizar mi mala racha, tras haber tenido disgustados a mis padres y todo lo que ello conlleva, parece que últimamente las cosas van bien, para sorpresa de muchos.
¿Que si estoy arrepentida de mi pasado? Para nada. Y mucho menos avergonzada, es más, estoy orgullosa de mí misma.
De los errores se aprende, y yo gracias a mis errores aprendí mucho, pero también gracias a la gente que estuvo ahí para ayudarme.
La verdad es que no puedo estar más contenta. En menos de un mes comenzaré una nueva época en la universidad estudiando una carrera que me gusta y en gran parte te lo debo a ti, Magdalena.
Realmente, hago esta entrada por placer y no por obligación, por el placer que te da la vida en algunas ocasiones al permitirte conocer a alguien que verdaderamente merece la pena, alguien constante, con las ideas claras, perseverante y que cree en las personas cuando nadie lo hace. Alguien que no sólo te enseña a utilizar con coherencia una expresión latina, sino que te enseña a vivir con optimismo, a no rendirte nunca, por muy oscuras que te pinten las cosas los demás, alguien como tú, Magdalena.
Lo único que me queda es darte las gracias por apoyarme en todo este tiempo, por animarme cuando lo necesitaba, por ayudarme a madurar.
Sé que todavía me queda mucho por cambiar y por aprender, pues siempre habrá algo nuevo, alguna situación a la que enfrentarse y con la que aprender, pero el saber no ocupa lugar, y cualquier cosa que me sirva para formarme siempre será bienvenida.
Muchas gracias de nuevo, Magdalena, no te imaginas cuánto te voy a echarde menos en la universidad; espero que a pesar de que ya no me sigas dando clase, algún día tengas un hueco para tu ex alumna más rebelde y un café.
No cambies nunca Magdalena, eres genial.

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